Hace unos días, leyendo un artículo publicado en la web,
nos llamó poderosamente la atención una frase que pronunció uno de los expertos
invitados al congreso sobre Desarrollo Sostenible organizado por AECOC
(Asociación de Fabricantes y Distribuidores) y FIAB (Federación de Industrias
de Alimentación y Bebidas) celebrado el pasado 26 de febrero en Madrid.
“Se nos ha olvidado vivir”
Dicho congreso, donde se dieron cita las más importantes empresas del sector agroalimentario y bebidas, sirvió para realizar una profunda reflexión sobre la importancia de impulsar un modelo de crecimiento que compatibilice los objetivos económicos con el bienestar social y medioambiental y que permita satisfacer las necesidades del presente sin comprometer las de las generaciones futuras.
El conjunto de la cadena agroalimentaria es consciente de
la necesidad de impulsar una cadena de valor más sostenible y transparente y
también del importante papel que como colectivo desempeña para el cumplimiento
de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
Parece claro que la competitividad de las empresas basadas
en modelos de negocio tradicionales basados en una economía lineal, pronostica un futuro que difícilmente será
sostenible en ámbitos sociales, medioambientales y económicos. La sociedad se
enfrenta a importantes retos que de no ser afrontados con éxito en un corto
periodo de tiempo, pondrán en cuestión la mal llamada sociedad del bienestar y
los ecosistemas del mundo global.
Pero si hay un sector expuesto en primera línea a todos estos retos, es el sector agroalimentario. Sostenibilidad y seguridad alimentaria son factores clave en todas las agendas de las empresas alimentarias.
Desde nuestro punto de vista, el agroalimentario, es el
sector con mayor impacto en el consumidor, un consumidor cada vez mejor
informado y que demanda alimentos más saludables, respetuosos con el medio
ambiente e inocuos. Esto obliga a las empresas a aportar más y mejor
información al consumidor y mejorar su transparencia. Todo ello basado en
sólidas estructuras organizativas y procesos eficientes capaces de poner en el
mercado productos cada vez más saludables, sostenibles y seguros.
Pero no nos olvidemos que el timón del cambio lo tienen
los propios consumidores, pudiendo penalizar con sus decisiones de compra a
aquellas organizaciones que amparadas en políticas permisivas, ofrecen
productos o alternativas de consumo poco sostenibles o poco respetuosos con el
medio ambiente. Atendiendo únicamente al factor precio, el consumidor pierde la
oportunidad de dar el golpe de timón a la situación y obligar a los productores
a trabajar opciones más sostenibles.
Como decíamos al principio, no nos olvidemos de vivir y exijamos a todos los agentes del sector una alimentación cada vez más sostenible y segura.